sábado, 5 de noviembre de 2011

Gatos sobre el tejado


GATOS SOBRE EL TEJADO



Un rayo de luz hostigo su rostro, proveniente del pequeño espacio entre las cortinas que le daban intimidad a las ventanas. Estiro sus brazos a lo largo de la cama, para desperezarse y acudieron femeninas formas creando cerros, valles y senderos en la pulcritud de las sabanas blancas.

Samantha. Se puso de pie y caminó, por la habitación, con un extremo del cande lienzo cubriendo su desnudez y arrastrando el resto por el piso, como si se tratara de una paloma  con un ala quebrada. Al llegar a la ventana corrió las cortinas y en un giro del manillar entreabrió los cristales dejando que el aire fresco de la mañana le bese la cara.

Encendida de aire y luz,  la habitación, tomo vida como en un cuento de hadas: Soles, estrellas y lunas se suspendían del techo en un carrousel de móviles, mientras giraban. Las pantuflas cruzaron un pie por el otro sobre la alfombra de puntas flecadas. Rodeado de piedras magnéticas un gato dorado, de procedencia china, llamaba con el movimiento de su mano derecha a un elefante hindú, enjoyado con espejitos, que con un billete en su trompa parecía dar un paso hacia delante y en verdad no caminaba. Una pata de conejo se comporto simplemente como lo que era una enllaverada pata de conejo y entregó todo el protagonismo  a una serie de arcanos enmarcados individualmente como un tarot, en la pared, sobre el respaldar de la cama. Todo envuelto en el sonido de un colgante oriental que sometido a las brisas entregaba sus cloc-cloc en el entrechocado de sus cañas.

No es que ella fuera supersticiosa desde siempre. No. Hacía muy poco, y con justa razón, que el tema le dominaba: Fue el darse cuenta que siempre estaba sola sin amigos, sin amigas, sin nada. El que la gente la mirara como si ella fuera rara, Mas allá de sus ropas oscuras, el mechón violeta estallando en su cabello, o sus coloridos collares, o el negro de sus uñas y la boca pintada.

Su día era horóscopos de revistas para ver los vaticinios o atender las alertas de la nueva aplicación del teléfono móvil donde las galletas de la suerte le eran entregadas. Todo por culpa de esa gitana que un mal día le dijo “Vivirás en soledad y casi nunca acompañada”. Lo tomó como un maleficio y empezó a luchar contra el hechizo de las mil formas conocidas y maneras acostumbradas. Evitar el abrir de paraguas en ambientes interiores. Esquivar el paso por debajo de las escaleras, Persignarse ante la sal derramada y el ir recogiendo a todos los gatos negros que se le cruzaran en el camino para alojarlos protegidos y escondidos en la terraza de su casa.

Mientras tanto… ¿Qué hacer con el fuego de su pecho… o con el llanto derramado en noches de desesperanza? Sus manos clamaban por otras manos. Sus labios la humedad de otros labios. Su cuerpo el calor de otro cuerpo y sus oídos el timbre de otra voz susurrándole palabras de amor para acariciarle el alma.

Pero ayer fue el gran día…

Había encontrado al ojeo de una revista elogiables comentarios sobre un amuleto traído desde Nueva Guinea de color bien oscuro con apariencias de falo y tallado en roca volcánica, que ofrecían en una feria de amuletos y ensortijadas. Según los testimonios este lograba en forma inmediata que el amor llegara de golpe, sin obstáculos que lo atajaran.

Entusiasmada ganó la calle. Alcanzó el bus justo en la esquina y, como solo el séptimo asiento estaba vacío, decidió viajar parada. Luego en el subte, el bajar las escaleras, una saltada tras seis pisadas, No vaya a ser que la persiguiera escondiéndose en su propia sombra el hechizo maligno de la gitana. No iba en busca de un objeto. No. Iba en busca de un cambio en su vida, de una ventana al amor, de un despertar de esperanzas…

Pero eso fue ayer…

Hoy…

Es un nuevo día. Hay sol en su ventana. Los gatos maúllan sobre el tejado. Las lunas se abrazan con los soles colgando desde el techo mientras las estrellas festejan. El gatito chino saluda y asiente con su cabeza y el llamador cloquea su entrechocar de cañas. Samantha. Acaricia el objeto en cuestión que ha encontrado su lugar en una repisa y gira sobre sí misma para enfrentarse  con la puerta del baño desde donde el vendedor de amuletos de la feria, sonríe mientras avanza hacia ella, perlado su cuerpo en agua de ducha y envuelto tan solo por una toalla.

Video sugerido: Adammo - Hechizo de Amor
Recuerda apagar el reproductor de la página antes de dar play al video