sábado, 21 de mayo de 2011

LA TECLA VERDE

Hoy comienzo a editar, de a un cuento por semana, un nuevo libro "Corazones de colores"con historias enlazadas en un mismo tema. Esta vez el lazo de unión sera el amor. Son historias reales donde el único cambio producido es el estilo literario adoptado para contarlas. Algunas personas ya han consentido su publicación, otras perdidas en la distancia y en el tiempo no han sido avisadas. Por eso si alguien descubre en algunos de estos cuentos, una gran similitud con su vida real, sepan pues que no es simple casualidad.
                                                                          NIDAEL DORÉ



LA TECLA VERDE




     Intentó despertarse, pero no pudo, los duendes de la anestesia jugaban traviesos en el borde de sus párpados armando improvisados columpios en sus pestañas. Las figuras que se movían a su alrededor se veían fantasmales enfundadas dentro de sus blancos guardapolvos, yendo y viniendo como una compañía de ballet representando una obra impregnada de farmacología y desinfectantes.

    Volvió a cerrar sus ojos intentando comprender ¿Dónde estaba?... y ¿Qué hacía allí? Le vinieron a su mente esas trasnochadas horas frente a los programas televisivos de “Adivine la palabra”. Donde los ejercicios mentales, que rara vez concluía, le daban la embriaguez necesaria para no pensar en su solitaria vida. Quería olvidarse que su mayor preocupación era a la vez su mayor alegría: el hijo que la vida le había regalado. Quería olvidarse, aunque no podía, que por ese mismo hijo debía enfrentarse a todo con unas fuerzas y unas ganas que ya no poseía. Algo se había quebrado dentro de ella, algo difícil de reparar. Sus enormes deseos de, luego de ser madre, formar una familia se habían marchado en borroneadas anotaciones en los márgenes de amarillos calendarios. Quería olvidarse que ella también era culpable de esos errores, aunque no veía justo que pagara por ello tan alto precio. ¡Ojala! Le fuera tan fácil como cambiar los canales desde el remoto, el poder cambiar su vida. Horas frente al “Adivine la palabra” para no pensar en lo mucho que sufría soportando el peso de su soledad. Una soledad que, noche a noche, la visitaba produciendo el agobiante hueco, que le oficiaba de cuenco, para el llanto desolado en el blanco de su almohada.

      El cuchicheo de voces a su alrededor se le hacía inteligible, de a ratos, las imágenes llegaban y desaparecian, Toda vez que a ella le acudían los recuerdos.

    -Nombre de varón de seis letras que empiecen con “D”- repetía la locutora incansablemente, mientras la cartelera pasante al pie de pantalla mostraba los distintos mensajes de texto que anunciaban:

   -Escucha tal o cual música…-Decía uno...-Te llamo, llámame…-Otro...-Puede haber una esperanza…- Y otros muchos más...

    Y entre todos un mensaje que proclamaba un mañana…

   Escribió el texto en su celular y oprimió la tecla verde, pensando en cuantos interrogantes le traería el color de la esperanza. ¿Sería este un nuevo comienzo…? ¿La respuesta que esperaba a su agobiante soledad…?. 

  Los mensajes de texto fueron y vinieron… 
  Luego fueron las citas… 
  Después fueron los encuentros… 
  El decidir vivir juntos. 
  El renacer de la alegría con la aurora del mañana.

   ¿Cuánto duro esto? ¿Fue un año… o quizás menos? Cuando sobrevino la gran pelea. Y volvieron los fantasmas del pasado a rodearla con sus tinieblas de cuitas y desesperanzas…

   Nuevamente intentó abrir sus ojos. Cuchillas de dolor se clavaban en su carne. Un vacío enorme mordía dentro de su cuerpo y una infinita tristeza le tomaba el alma. Logró apenas incorporarse en la cama. Pudo, al fin, ver la totalidad de la sala. Las enfermeras iban y venían. Algunas mamás amamantaban. Reparó entonces en el recién nacido que pateaba las mantitas en la pequeña cuna al lado de su cama. En la mesa de auxilio de la cabecera el teléfono celular vibraba, Estiró su mano. Oprimió la tecla verde y un -¡Felicidades mamá!- con un virtual ramo de rosas le inundó la pantalla. Y entonces termino de recordar que aún seguían juntos. Con idas y venidas, encuentros y desencuentros, Que no estaba sola. Que lo tenía a él reafirmando su unión, en la llegada de este nuevo hijo, y que le expresaba su amor de la misma manera en que se conocieron con un mensaje de texto de tan solo dos palabras.

     Romina tomó suavemente al bebe entre sus brazos y apretándolo fuertemente contra su pecho, dejó caer sobre la mantilla que lo envolvía, toda su alegría convertida en un dulce racimo de lágrimas. 


Próximo cuento Domingo 29 de Mayo de2011




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